lunes, 23 de abril de 2018

GP Circuit de Montmeló

Tras unas cuantas semanas de descanso competitivo, y descenso notable de volumen y carga de entrenamiento, llegaba el turno de una de las carreras que más ilusión me hacía de la temporada.

18 vueltas al circuito de Montmeló, para completar un total de 83 kilómetros. Había corrido allí antes dos Campeonatos de Catalunya de duatlón, así que me conocía el trazado bastante bien.


Éramos ocho componentes del equipo (en la foto falta Javi), seguramente de los más numerosos, y por tanto, con más "responsabilidad". Nuestra intención, como la de muchos otros, era que la carrera no acabase en un sprint masivo.

Y así fue nada más empezar, ataque va y ataque viene, escapada que no cuaja y unos segundos de aparente calma en el gran grupo. De cada uno de esos intentos de escapada, uno o dos miembros del equipo formaban parte. Lo probé tres veces, y al neutralizarme la última vez, saltó Marcos con otros seis corredores.
Me dejé caer sobre la posición 20, dónde recuperé unos segundos hasta que otro corredor saltó del grupo buscando entrar en la escapada. Aún no sé cómo, bajé tres piñones, le cogí la rueda y tras un minuto agónico, entramos en la escapada, junto con otro corredor que venía detrás de mí.
Rondábamos el kilómetro 40, el dolor de piernas era descomunal, no podía ni tragar saliva del calor que hacía y las ganas de vomitar aparecían con asiduidad, pero tras mucho sufrir, estaba en la escapada buena del día.


Durante los primeros cinco minutos no entro al relevo, simplemente porque no puedo, voy justísimo a rueda y necesito un poco de aire y agua. Tras "recuperarme" levemente empiezo a pasar al relevo, principalmente para ayudar a Marcos, que tenía mucho mejores piernas que yo. Cogemos cerca de 1' de ventaja con el pelotón, y por un momento soñamos con llegar.


Por detrás Josep y el resto de compañeros del equipo frenan cualquier intento de los corredores que intentan saltar del gran grupo.
Los kilómetros pasan y la fatiga se acentúa, ya quedábamos sólo ocho corredores en la escapada y el pelotón se iba aproximando. Justo antes de la recta de meta, dónde el viento en contra era fuerte, hago el afilador, y pierdo unos diez metros que ya no podría recuperar pese a ver estrellitas en el intento.

Intento soltar piernas hasta ser absorbido por el pelotón, para pocos minutos después neutralizar a mis compañeros de escapada y acabar las últimas cuatro vueltas en el grupo. De nuevo, ataques continuos sin éxito, para llegar finalmente a un gran sprint donde el gran trabajo del equipo y sus buenas piernas, llevaron a Martin a entrar en segunda posición.
Personalmente, muy satisfecho con la carrera y las sensaciones, pero sobre todo por el carrerón del equipo, ha sido brutal.

Como curiosidad para los frikis como yo, 293 NP en las dos horas de carrera y un máximo de 1112w para llegar a la escapada.


Y lo más importante, el apoyo incondicional de Marta, Carlos y mi madre, y los ánimos de las Probike Girls que se quedaron a gritarnos tras la super carrera que se marcaron.

lunes, 5 de marzo de 2018

Social de Peratallada y GP Inauguracíon de Les Franqueses

Hace ya nueve días se daba el pistoletazo de salida de la temporada de ciclismo en Catalunya, con el Gran Premio Inauguración de Les Franqueses.
Aunque vayamos primero veinte días atrás, cuando disputé mi tercera carrera social en Peratallada, aquella vez sin percances y acabando muy contento. 
Tres vueltas a un circuito llano de casi 26 kilómetros, para un total de 91 kilómetros totales. 
Un equipo de diez tíos franceses, muy fuertes y bastante locos. Y otros dos equipos, otro francés y uno holandés, mucho más locos que fuertes. 
Y unos cuantos que queríamos intentar liarla y desmontar a esos equipos, sin éxito. Entre ellos los López brothers y el que aquí escribe. 
Desde el primer momento carrera rapidísima con continuos ataques, algunos de los cuales seguí, aunque consiguiendo más dolor de piernas que distancia con el pelotón. Ismael no dejó de intentarlo, Carlos y yo lo seguíamos probando, pero los franceses lo tenían controlado. La última vuelta fue aún más locura si cabe que las anteriores, ataques a cada segundo y salidas de rotondas a más de 50 por hora, lo que provocaba un látigo que ya a esas alturas empezaba a pasar factura. Varios momentos a punto de romperse el grupo, que al final uno u otro acabábamos salvando, para llegar a un sprint masivo (el primero de mi vida) y acabar en el puesto 27. 
Fueron 91 kilómetros en 2h00', a 45,5 km/h.

Con este buen recuerdo y unos últimos días de buenas sensaciones en los entrenamientos llegaba a Les Franqueses, aunque en nada se iba a parecer esta carrera a la de Peratallada. 
Por delante 4 vueltas de 38 kilómetros, con 600 metros de desnivel positivo en cada una, para un total de 152 kilómetros. 
Desde hacía tiempo me habían avisado varias personas que ésta era la carrera más dura de la temporada, y así empecé a creerlo dos días antes, cuando Ismael me enseñó y detalló el circuito. 

El ambiente es brutal, todos los coches de equipo con muchos corredores de un nivel increíble. Entre ellos dos ciclistas de categoría Continental Profesional. 


La carrera sale a un ritmo que permite no hiper ventilar, pero dura poquito y en el primer repecho (el más duro) de la carrera ya hay unos cuantos corredores que se descuelgan del grupo. Llevamos 8 kilómetros y aunque las sensaciones son buenas, ahora ya la hiper ventilación ha venido para quedarse. 
Completamos la primera vuelta con tres corredores escapados (entre ellos Adrián Merino, con el que he tenido el placer de compartir algunos entrenamientos), y unas cincuenta unidades menos en el pelotón. A partir de aquí es una lucha constante por no quedar cortado. La gente se descuelga con facilidad y tapar los huecos cada vez supone un esfuerzo mayor. Sobre el kilómetro 50 hay un arreón, el corredor de delante mío se aparta y mis piernas van igual o peor que las suyas, así que ni intento conectar con el grupo. Nos juntamos siete corredores, entre los que está mi compañero de equipo Marcos. Durante 30 kilómetros no levantamos el pie, pero el grupo está cada vez más lejos (5' nos dicen desde la moto), así que estamos fuera de carrera y decido seguir 5 kilómetros más, para juntarme con mi madre, Carlos y Marta, y acabar así mi aventura en esta carrera de locos. 
Han sido 85,7 kilómetros con 1331m de desnivel a 35,3 km/h. 


Me ha faltado experiencia, es mi primera carrera de verdad y nadie me iba a regalar nada. Pero también me han faltado piernas, y hay que seguir trabajando aún más duro para acercarme a donde quiero estar. 

Este próximo fin de semana toca doblar en Sabadell, sábado tarde y domingo mañana.



domingo, 4 de febrero de 2018

Aprendiendo a marchas forzadas

Hacía ya unos cuantos meses que no aparecía por aquí, debido supongo que entre otras cosas, a un periodo de transición en mi vida deportiva. Como algunos ya sabéis, allá por septiembre decidí aparcar el triatlón y probar en el ciclismo de carretera.


Conocí a Ismael López, mi ahora entrenador y que tanto me ayudó y me sigue ayudando. A entender los entrenamientos, a verle sentido a cosas que jamás había hecho y a encontrar un equipo muy competitivo que quiso contar conmigo para esta temporada.

Tras una pretemporada con más kilómetros de los que estaba acostumbrado (aún siendo la cifra inferior a la mayoría de ciclistas), las buenas sensaciones fueron llegando poco a poco.


Aunque con las buenas sensaciones en las piernas, llegaron también las malas en el asfalto. Dos caídas en los seis días previos a mi debut, en la Social de Palafrugell, y otra caída a los 14 kilómetros en la carrera que provocó mi retirada. Así pues, me planté con tres caídas en nueve días, cuando mi bagaje de saludar al suelo hasta ese momento era de dos en siete años.

Hoy llegaba al 5è GP de Vilajuïga con ganas. Un precioso recorrido de 67,5 kilómetros, acabando en el imponente Monestir de Sant Pere de Rodes, un puerto de 7,8 kilómetros al 6,7% de desnivel.

Un poco de frío aunque un cielo de azul predominante, nos recibían en este pequeño municipio gironí. Caliento unos quince minutos con Noe, mientras Isma y Marta ejercen de fieles escuderos y acompañantes.

Salida rápida, varios ataques, frenazos, bandazos, y sin escapada por el momento. Piernas y cabeza en orden y a pleno funcionamiento, tanto que una de las veces que progreso en el pelotón coincide con un parón de éste, así que me veo en cabeza y aprovecho para abrir hueco. Un hueco de unos 50 metros que se cierra tan rápido como se ha abierto. Pero en el kilómetro 15 veo que ésta tampoco será mi carrera. Badén que pasamos muy rápido y radio de la rueda trasera roto. Sigo 8 kilómetros con ese molesto ruido y ese aún peor tambaleo de la rueda, pensando que en cualquier momento mi bici se convertiría en monociclo y barajando opciones para continuar en carrera. De repente el ruido remite durante un par de minutos, para volver luego con aún más fuerza. Segundo radio roto. La rueda se mueve mucho y me roza constantemente la pastilla de freno. Me dejo caer a cola de pelotón y busco desesperado algún coche de equipo con ruedas de repuesto. Le indico al coche del equipo Esteve que se acerque, le explico el problema y paran al momento a cambiarme la rueda.

Aquí hago un alto en el camino. Tienen sólo dos ruedas traseras que algunos de sus corredores podrían necesitar más adelante, pero aún así deciden cedérmela a mí. Y no sólo eso. Tras haber perdido unos tres o cuatro minutos en la operación, me ofrecen su rebufo para intentar llegar al pelotón. Aunque parezca exagerado, siempre estaré agradecido por este gesto a este equipo, que me hace seguir creyendo en que aún queda algo de esencia en este mundo del deporte cada vez más contaminado.

Pues bien, tras unos 10 kilómetros de persecución con la ayuda del coche y ver que el grupo aún está lejos, les doy las gracias y les indico que mis piernas no dan para más, que vayan a apoyar a sus corredores. Ésto ocurre sobre el kilómetro 30 de carrera, y al pasar la siguiente rotonda, a penas dos minutos después de haber "despedido" al coche, veo al pelotón a unos 120-150 metros. Agacho la cabeza y aprieto los dientes, y durante unos minutos de sufrimiento extremo intento, sin éxito, llegar al pelotón.

La distancia ha aumentado y decido guardar lo poco que me queda para los dos puertos que aún quedan. A partir de aquí son 30 kilómetros de darle vueltas a la cabeza, de buscar razones para no tirar la toalla. Y es que la mejor razón, siempre se encuentra tras la línea de meta.

Llego a Port de la Selva y la subida final me recibe con una rampa del 15%, donde me doy cuenta que el piñón más grande de la rueda que me han dejado es un 25. Para ciclistas de verdad, vamos. Paso la primera rampa y las sensaciones son buenas, después de todo,

éste es el terreno donde mejor me desenvuelvo. Veo a lo lejos a unos cuantos corredores, todos ellos separados, y me propongo ir reduciendo distancias. Paso el kilómetro uno, y parece que mi objetivo se va cumpliendo. Pasado el segundo kilómetro adelanto al primero. Luego a otro, más adelante uno más, y así hasta diez. El final del puerto y de la carrera llega antes de lo que tenía calculado, así que cruzo la meta con alguna bala en la recámara, aunque quizá la bala fuese de fogueo, quién sabe.

Después de todo, dieciséis minutos perdidos con el ganador (corredor de categoría Continental), no me parece ni tan humillante. Una experiencia más en esto de jugar a ser ciclista, y las que nos quedan!

Muchas gracias a todos los que se preocupan por mis continuas revisiones del asfalto y mis catastróficas experiencias.

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